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Biblioteca Popular José A. Guisasola





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Cuento corto de Juan Ramón Santos


BIBLIOTECA

Ordenó la biblioteca por colecciones y vio que no le gustaba. Se le antojaba vulgar. Parecía como si hubiese comprado los libros por el mero afán de adornar las paredes. Por eso decidió cambiar y probó a alinearlos por tamaño. El efecto era interesante. Transmitía el carácter práctico y desenfadado de un lector voraz y algo desastroso, pero no acababa de convencerle. Por eso probó a colocarlos por orden cronológico de escritura, en función de la lengua en que habían sido escritos e incluso en el idioma en que habían sido publicados sin llegar a encontrarse del todo satisfecho. Demasiada pedantería, se dijo, y concluyó que quizá lo mejor era un estricto orden alfabético de autores, el criterio aséptico que empleaban las grandes bibliotecas. «Por algo lo harán», pensó. A continuación se puso manos a la obra y comprobó que aquello comenzaba a gustarle, pero que aún le faltaba un toque, un pequeño detalle, el que había de otorgarle verdadero rigor a su biblioteca, la distribución por materias, y repartió escrupulosamente los libros entre poesía, novela y ensayo. «Mucho mejor», se dijo luego, aunque enseguida se dio cuenta de que la colección había de crecer, de que se incorporarían nuevos géneros, nuevos títulos, nuevos autores, y fue dejando hueco en función de esas futuras adquisiciones. Al terminar tomó aire y un poco de distancia, contempló el trabajo en toda su magnitud y el resultado le pareció casi perfecto, pero solo casi, pues algo no funcionaba del todo. Después de darle muchas vueltas comprendió que el problema era que la biblioteca no podía estar desterrada en la soledad recóndita de un dormitorio, que tenía que encontrarse en el mismo corazón de la casa, que solo así alcanzaría la perfección. Entonces recogió solemne sus tres libros y se los llevó al comedor.


En: PALABRAS MENORES (Cortometrajes) de Juan Ramón Santos. Mérida, De la Luna Libros, 2011, 89 págs.



Gentileza: Cuentos breves

DECÁLOGO DE LA BIBLIOTECA

La biblioteca no es de los profesores, es de los ALUMNOS.

La biblioteca no es para castigar, es para DISFRUTAR.

La biblioteca no es para hablar, pero tampoco para el silencio ABSOLUTO.

La biblioteca no es un museo, es un lugar lleno de VIDA.

La biblioteca no es para leer lo que quieran, sino lo que QUEREMOS.

La biblioteca no es para detenerse, sino para CRECER.

La biblioteca no es tu escuela, sino tu HOGAR.

La biblioteca no es solo para estudiar, sino para SOÑAR.

La biblioteca no es un lugar para sentirse obligado, sino VOLUNTARIO.

La biblioteca no es un lugar para sentirse incómodo, sino RELAJADO.


Juan José Lage Fernández
“Animar a leer desde la biblioteca”


Cuento: EL BIBLIOTECARIO, Por Darío Levin


Cuando yo era chico, mi papá me regaló un libro de tapas duras, con muchos colores. Se llamaba “El bibliotecario”, y contaba la historia de un hombre que trabajaba en una gran biblioteca. Y claro, ¿dónde va a trabajar un bibliotecario si no es en una biblioteca, no?

Este hombre llamado Jorge, amaba mucho a los libros y sus historias. Leía y leía todo el día. Así había aprendido todo lo que sabía. Pero un día perdió la llave de la gran biblioteca del pueblo, y no pudo entrar. Lo primero que hizo fue ir a buscar al cerrajero del pueblo para que lo ayudara. Pero la puerta no se pudo abrir: tenía una cerradura, tan dura, tan dura, que sólo un mago podría abrirla.

Entonces fue a buscar un mago. Sin embargo, el maravilloso mago tampoco pudo abrirla. Llamó entonces a la policía, a los bomberos, a los maestros, a los forzudos, a todos los chicos del pueblo, para ver si entre todos podían abrir esa puerta gigante. Pero por más fuerza que hicieron, la puerta no se abrió.

Mientras tanto, dentro de la biblioteca, los libros esperaban la llegada de los lectores, de los viajeros del mundo de las palabras. Querían contar historias. Cansados de tanto intentar y probar abrir esa puerta, todo el pueblo se sentó en la escalera de la biblioteca. Jorge se desesperó. No sabía qué hacer. Dijo:

–Me siento como la vaca Miranda, cuando no podía darle leche a sus terneritos.

–¿Y por qué no podía darle leche a sus terneritos? –preguntó uno de los chicos.

–¿Cómo? ¿No conocen la historia de la Vaca Miranda? –preguntó asombrado el bibliotecario.

Todo, todo, todísimo el pueblo, con cara de susto contestó: “No, no la conocemos”.

Y desde ese día, toda la gente del pueblo comenzó a reunirse en la entrada de la biblioteca para escuchar las magníficas historias que Jorge les contaba. Porque Jorge se sabía todos los cuentos que existían, o por lo menos era lo que él decía. Al día siguiente, la puerta se pudo abrir, pero Jorge continuó relatando las historias, porque para todos, escuchar a Jorge era como vivir esas aventuras.


FIN


Ilustración © David Pintor

Visto y leído en: ENCUENTOS

Web de Darío Ariel Levin
CUANDO CONTAMOS CUENTOS


13 de septiembre "Día del Bibliotecario" en Argentina


“Nuestro trabajo no es llevar un barco a un lugar lejano, en el que nunca nadie estuvo antes, sino ayudar al capitán de esa nave a elegir el mar por el que navegar, a encontrar los mejores vientos y elegir las velas más fuertes; a evitar las corrientes peligrosas y las traicioneras tormentas…. Llevamos a los barcos perdidos a la seguridad de su hogar. Indicamos a los pesqueros el lugar donde encontrarán el mayor banco de peces…
Al llegar a puerto el capitán raramente recuerda quién le enseñó cómo llegar, como tampoco el investigador suele acordarse del bibliotecario que le puso en el buen camino. Es el sino de nuestra profesión y el de muchas otras, no lo vamos a cambiar…
Pero lo importante es que los capitanes lleguen a puerto, los pescadores pesquen y los investigadores acaben sus investigaciones mientras nosotros ya estamos ayudando al siguiente a elegir la mejor ruta.”


Fragmento que abre la obra “La sabiduría del bibliotecario”, de Michel Melot (Vitoria-Gasteiz: Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, 2005)

Visto y leído en el blog Biblioteca y lectura: “La responsabilidad social del bibliotecario”


Imagen: © EDWARD MCGOWAN


MENSAJE A LAS BIBLIOTECARIAS

"Queridas Bibliotecarias, guardianes del templo, es una gran ventaja que todos los títulos del mundo hayan encontrado su alveolo en la perfecta organización de sus memorias (¿cómo me reencontraría yo sin ustedes, yo, cuya memoria parece un solar baldío?), es prodigioso que estén al corriente de todas las temáticas ordenadas en las estanterías que les competen... pero qué bueno sería, también, oírlas contar sus novelas preferidas a los visitantes perdidos en el bosque de las lecturas posibles... ¡Qué bello sería que les ofrecieran sus mejores recuerdos de lectura! Sean contadoras - magas - y los libros saltarán directamente de sus entrepaños a las manos del lector."

DANIEL PENNAC: Como una novela. Ed. Anagrama.



© Ilustración Smile between books / Sonrisa entre libros de Nishant Choksi

¡¡Feliz día bibliotecarios!!

La biblioteca en la vida de un escritor. Mempo Giardinelli

“No lo duden: si soy escritor es porque hubo biblioteca en mi casa. Así de simple y así de magnifico.

En mi casa en el chaco, donde las siestas son interminables, lo que más había era lectura. Era un hogar humilde: mi papá tenía apenas tercer grado de primaria y había trabajado como panadero, viajante, vendedor de cosas. Mi mamá, maestra de piano, era fanática de la lectura. Y mi única hermana, doce años mayor, leía todo el tiempo. El mueble más importante de la sala comedor era la biblioteca: un enorme librero de madera oscura que tenía, en los estantes inferiores, todos los libros que yo podía tomar para leer, jugar, destruir o lo que se me diera la gana; y arriba, por supuesto, los libros que, inteligentemente, nadie decía que eran inconvenientes. Lo descubrí en la adolescencia, claro, pero cuando ya me había cargado varias enciclopedias y los adorables libros de Monteiro Lobato, impresos en una edición de la desaparecida editorial Americalee, que perdí en alguna mudanza y todavía me emociona recordar.

Al parecer, y lo compruebo aquí y allá, son muchos los colegas que narran experiencias similares. De México, de Cuba, de España, los Estados Unidos o Brasil, cada escritor que habla sobre la lectura evoca la biblioteca que lo formó.”


Mempo Giardinelli. La biblioteca y la lengua. Cap.8, del libro: Volver a leer. Propuestas para ser una nación de lectores. Edit. Edhasa 2006.



Ilustración de : Mónica Carretero


Graciela Beatriz Cabal (Fragmento)

“Y la biblioteca… Tantas ganas tenía de entrar, que entré, me di el gusto. Ahí estaba yo, alelada, (…) cuando una turba de chicos muertos de risa, entró por la puerta y, sin saludar ni nada, se abalanzaron sobre los libros y después se tiraron sobre unos almohadones y hasta en el suelo, y se pusieron a leer… ¡O a hacer que leían! Porque algunos, lo puedo jurar, solo miraban las figuritas y otros iban de atrás para adelante, o se salteaban. ¡O mojaban el dedo para dar vuelta las páginas! Y (…) también me acordé de mí, de la nena que fui y que de alguna manera todavía soy, y entonces me agarró una cosa tan, qué sé yo, que me acerqué a la bibliotecaria de los anteojos redondos y le dije:

-Señorita, por favor, ¿me podría quedar un ratito aquí en la biblioteca?



Graciela Beatriz Cabal (Buenos Aires, 1939-2004) es una figura clave en la literatura infantil y juvenil de la Argentina del siglo XX. Escritora valiente a la hora de elegir temas, su estilo narrativo se apoya en la lengua coloquial del habla rioplatense, sin por ello perder universalidad.

Ilustración: ©Erwin Madrid.


Decálogo de la biblioteca escolar


La biblioteca no es de los profesores,
es de los ALUMNOS.

La biblioteca no es para castigar,
es para DISFRUTAR.

La biblioteca no es para hablar,
pero tampoco para el silencio ABSOLUTO.

La biblioteca no es un museo,
es un lugar lleno de VIDA.

La biblioteca no es para leer lo que quieran,
sino lo que QUEREMOS.

La biblioteca no es para detenerse,
sino para CRECER.

La biblioteca no es tu escuela,
es tu HOGAR.

La biblioteca no es sólo para estudiar,
sino para SOÑAR.

La biblioteca no es un lugar para sentirse obligado,
sino VOLUNTARIO.

La biblioteca no es un lugar para sentirse incómodo,
sino RELAJADO.



De: Juan José Lage Fernández, “Animarse a leer desde la biblioteca”
Cartel: Leo Todo -plan lector- Ediciones SM.